martes, 30 de noviembre de 2010

El ciclo del poema

Hay algo peor que el llorisqueo del poeta ante la hoja en blanco, y es el poeta llorisqueando porque ni siquiera encuentra la lapicera, ni siquiera llega al estadío de la hoja en blanco, y mientras busca la lapicera, ¿por casualidad no viste el FLI? porque me están comiendo los mosquitos, en realidad, los mosquitos no te están comiendo, se están nutriendo, están bebiendo una diminuta gota de tu sangre, pero fijate vos, que metida está la propiedad privada adentro de tu cuerpo, que cuando viene un pequeño ser, de medio centímetro de altura, y se lleva una gota de sangre, de tu sangre, el cuerpo, poniéndose bastante en vigilante, roncha y picazón mediante, pide seguridad, basta, acá se acabó, acá mano dura, acá espirales, pastillas, repelente, acá algo, que nadie se lleve ni una gota más de mi preciada sangre, ¿para esto querías la lapicera? No, 4278-6262, quería anotar este teléfono antes de que me lo olvide. Este escrito me resultó muy interesante porque habla de cosas que me hacen acordar mucho a mi ciudad, por ejemplo, la característica, 278, es típica de Ezpeleta, sí creo que esa fue la idea del autor, ¿alguien más?, vos que venís hablando poco, sí, yo me quedo con el detalle de la defensa de los mosquitos, ¿realmente los defiende o está siendo irónico? ¿alguien puede quererlos?. El otro día leí un texto de un chabón que dice unas cosas bastante locas, bastante ciertas, sobre los mosquitos, ¿y sobre los humanos?, ¡También!, ah después pasame algo, NI LO SUEÑES.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Coleccionismo

(…) coleccionaba prospectos de medicamentos, como si fueran estampillas, lo hacía desde 1985, apenas conocía a alguien le daba un poco de vergüenza, pero la segunda, o la tercera vez que visitaba una misma casa, cuando pasaba al baño, empezaba a revisar los botiquines, a ver si entre los primeros auxilios, encontraba algún medicamento, y disimuladamente, como quien cambia el precio de una regadera en un supermercado para pagar tres pesos menos, se llevaba el prospecto, y ponía algún papelito con alguna cosa escrita, como para hacer bulto, como para que los dueños de la casa no se aviven, algunos ya sabiendo de la obsesión de Timmy por los prospectos, le ofrecían, le decían, tengo algo que te puede interesar, y Timmy sacaba su lupa, y empezaba a revisar, y sí, estamos en condiciones de afirmar que se trata de un prospecto de Novalgina original, edición especial de 1977, sin Metamizol sódico, doble dosis miligrámica de Dipirona, por esto te puedo ofertar tanto, ni más, ni menos. Cuentan los padres de Timmy, que ya de pequeño era una especie de prodigio de los medicamentos, mientras los compañeros de colegio eran capaces de recitar el preámbulo de la constitución o las preposiciones, Timmy, era capaz de enumerar más de doscientos medicamentos, por orden alfabético, la madre entraba al cuarto, y Timmy practicaba ante el espejo, Acarbosa, Acebutolol, Acetaminofeno, Acetato de Glatirámero, Acido Acetohidroxámico, Adapelono, Alatrofloxacina, y así podía seguir horas y horas, y mientras la madre se preocupaba, el padre celebraba, que su hijo, Timmy, no tenía ningún problema fonaudiológico, miedo que le quitaba el sueño desde que éste había nacido.

martes, 2 de noviembre de 2010

Mientras Timmy apolillaba en el tren

Les traigo aquí, solo por el día de la fecha, un par de pasaportes falsos, para el exilio de la dama, para la fuga definitiva del caballero.

El masmeñique

Timmy, contaba entre sus amigos, los contaba, decía que, sus buenos amigos, los podía contar con los dedos de una mano, pero no con los dedos de cualquier mano, sino con los dedos, de la mano, de Hound Dog Taylor, el bluesman de los seis dedos, siempre, los nombraba, empezando, sin alteración posible, por el pulgar, para terminar, de la manera menos alterada posible, por el masmeñique. Solía decir el masmeñique, nunca Timmy, te visitaré un día soleado, siempre Timmy, cuando la tormenta asome, y los paraguas se pongan un poco sensacionalistas, tocaré el timbre tres veces. Algunas veces entraba al laboratorio, y mostraba los pedazos de granizo que había esquivado para llegar, aunque, para el masmeñique, no eran granizos, sino meteoritos en miniatura, congelados, y un poco era ese el juego que el masmeñique jugaba cuando visitaba a Timmy, a ser, dinosaurio escapando de la extinción. El masmeñique era un poco ladrón, un poco tanguero, él antes de robarte, te preguntaba, te medía, si sabías algo del Polaco Goyeneche, capaz hasta te tomabas un café con él, y sino, lo siento mucho, pero esto es un asalto. La última vez que visitó a Timmy, masmeñique dijo, ayer soñé, que era de noche, caminaba por la calle empedrada, hacía frío, había seis gatos, no tenía plata ni para una medida de whisky, entonces, de la mano de enfrente, viene un pelirrojo, con un reloj bastante pituco, medio con esmeraldas, a cuerda, me acerco, y podes creer que tenía la cara del Polaco, era como el Polaco pero pelirrojo, me da el reloj, el saco, era un saco bueno, y cuando voy a cotejar de que no tenga más nada en el bolsillo, podes creer que me petrifico, me aterrorizo, y los gatos se empiezan a derretir como flancito al sol, y podes creer Timmy, no me animo a ponerle la mano en el bolsillo, y el tipo se va y se derrite, pero no como flancito, más bien despacio, y ahí los dos se quedaron callados un par de minutos, cuando entonces Timmy agregó, yo tampoco le hubiera puesto la mano en el bolsillo, mira si tenía gelatina.