miércoles, 14 de septiembre de 2011

Sobre meteoritos (y tubitos)

Cuando nos subimos al Roca en La Plata, sentimos que estábamos atravesando una nueva era glacial, en cuestión de estaciones (¿Ringuelet? ¿City Bell?), todos los tripulantes estaríamos congelados, algunos no se resignan y empiezan a cerrar las interminables puertas del tren a toda velocidad, por esas puertas metálicas parecieran ingresar tigres en forma de frío dispuestos a morder directo en los tobillos, en el asiento de atrás un grupo de albañiles paraguayos vive el fin del mundo con alegría, a puro mate y cantito popular guaraní, si no viéramos el humito que sale de sus bocas hasta los podríamos imaginar primaverales, lo que es verdaderamente sorprendente es que cuando llegamos a Platanos todavía no había caído ningún meteorito, muchos atribuirán el triunfo a los astronautas que la NASA envió a destrozarlos, algún chico lindo muerto, festejo efusivo en la Casa Blanca, negros abrazándose con hipermodelos rubias y cosas por el estilo, mientras tanto los honorables tripulantes del Roca toman este triunfo como uno más, descienden en Constitución y en minutos retomarán sus puestos de trabajo.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Atentado

Él no buscaba ser un genio de la literatura universal, su objetivo era bastante menos pretencioso, o no, su objetivo era casi de índole terrorista, inmolarse en el papel, dejando las palabras malheridas, con lingüistas disfrazados de bomberos buscando sobrevivientes debajo de los escombros, con siervos de la inteligencia buscando algún dispositivo explosivo en otras partes, en otros papeles, en bibliotecas de todo el mundo , con una gota de sudor cayendo a la altura del cuello, dubitativos ante los manojos de cables blancos y amarillos que brotan de los dispositivos como venas, con escritores deportados en cada aeropuerto, eternamente interrogados en migraciones por academicistas que portan garrotes, videos, videos al revés, de atrás para adelante, con el satanismo del cangrejo, con poetas adjudicándose los ataques, y todo el desparrame propio del atentado, que no puede terminar de otra manera que no sea con el testimonio del único sobreviviente, un viejo librito de poemas de Bukowski de una casa de usados.