miércoles, 22 de febrero de 2012

Fecha de vencimiento

Timmy viajaba en la línea C del subte, viajaba, se balanceaba en los aros esos que son para la gente que viaja parada, tenía los pies en el aire, como los tenía en su infancia, cuando iba a jugar a la canchita del colorado y jugaba al primate debajo del arquito, de esos partidos en los que no participaba, simplemente esperaba a que terminen de jugar sus amigos, y ahí el entraba en acción acróbata. Viajaba en el subte, antes de subir había saltado el molinete, ahora una niña hacía malabares con cinco naranjas, y Timmy se tentaba de sacárselas, y cuando estaba a punto la observó a ella, la oriental, en el subte, mirando por la ventana del subte, en la oscuridad, como si fuera un paisaje de un gran artista plástico, como si por ahí pudiera entrar algo de aire, como si por ahí pudiera ver la flora de su pequeño pueblo en Asia, como si la falta absoluta de vida y las luces blancas intermitentes le transmitieran tranquilidad, como si contar roedores fuera algo divertido, como si lo que realmente estuviera haciendo no fuera mirar la oscuridad sino mirar a Timmy por el reflejo, como si pudiera atravesar el vidrio con la formación en movimiento a la altura de la estación Diagonal Norte, como si fuera la cajera del supermercado de la esquina de su casa, que le pasa el sachet de leche por el código de barras, como si a Timmy se le hubieran ido todas las ganas de hacer acrobacias y ahora quisiera robarle las naranjas a la niña solamente porque tiene sed, porque el maldito adiestrador se lo ha enseñado, las naranjas son mejores que las pelotas, hipnotizan, hacer que el espectador nuble su mente y solo piense en un exprimido, y ahí sí, los estúpidos viajantes entregan todo su dinero, bajo la falsa promesa de un océano de naranjas, y la niña usa las pocas monedas que le da el adiestrador, para ir al supermercado, y verla a ella, la que es cajera y es de éter, la que puede atravesar los vidrios y viajar en el tiempo, la que no suda en el calor infernal, Timmy piensa en la niña, en usarla para alguno de sus experimentos, para que haga las mezclas más peligrosas, no porque él tema morir en el intento, porque Timmy sabe exactamente la fecha en la que morirá, se la ha dicho la cajera del supermercado, se lo ha dictaminado como si Timmy fuera una lata de atún al aceite y en el dorso se pudiera ver la fecha de su muerte sellada en negro, pero se sabe que las fechas de vencimiento pueden fallar, cuantas veces comemos ese producto vencido, y no nos cae mal, no nos da cagadera, ni nada, de todas formas Timmy tiene fecha de vencimiento y estará en usted mezclarlo entre los ingredientes de su plato y atenerse a las consecuencias o dárselo de comer a un perro callejero.