viernes, 14 de octubre de 2011

El perfecto roedor de Herbert

Timmy inyecta roedores, compulsivamente, no solo dentro del laboratorio, sino también afuera, en las alcantarillas aledañas, se podría decir que es un tipo que le da (espesa droga, gelatinosa, dolorosa) a cualquier cosa que ande dando vueltas por ahí. Su objetivo es claro, encontrar la formula para que los roedores reaccionen a estimulos musicales y realicen acciones coordinadas tras la escucha, es a esto a lo que se refieren los libros de ciencia cuando se refieren al “el perfecto roedor de Herbert”, lo mejor que tiene hasta el momento es una lauchita, que ha reaccionado favorablemente a la droga y se asoma al sillón cada vez que Timmy hace sonar el disco de Neil Young con los equinos locos, y se encarga de pasar los canales de la televisión muteada al ritmo de lo que está sonando, da gusto ver a la lauchita dar saltitos, bailar Neil Young oscilando el movimiento de las patitas entre el Channel + y el Channel – cual niño nipón videojueguizado. De todas maneras Timmy no está ahora ni en el laboratorio, ni en la calle, está en la cocina, mirando fijamente a la esponja que está arriba del plato manchado con tuco, pero no es la esponja lo que mira Timmy, sino una diminuta burbuja que acaba de nacer sobre ella, y Timmy ve esa burbuja, que está ahí adherida al imantado bosque de la parte verde de la esponja, pero bien podría haber nacido en otra parte, del lado del arenoso desierto amarillo, y Timmy piensa en esa burbuja, y en otras, en las valientes que esforzadamente se zafan de la esponja y flotan indefinidamente por la cocina y morirán indefectiblemente en el techo, en una especie de suicidio humano invertido, de todas maneras, a las que más admira Timmy es a aquellas que no se escapan en cualquier momento, aquellas que esperan el momento adecuado, la ventana entreabierta, para escapar hacia un suicidio más prolongado, al aire libre, o quién te dice morir colisionadas con otra burbuja que un niño acaba de envíar soplando el nuevo juguete que su madre le acaba de comprar a un vendedor ambulante de la peatonal, mientras tanto el agua entra lentamente por debajo de la puerta de la cocina, en minutos el laboratorio estará inundado.

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