miércoles, 5 de octubre de 2011

Cuando lo poético golpea la puerta de tu laboratorio

Timmy baja las persianas del laboratorio, en los últimos días estuvo durmiendo ahí, en una vieja colchoneta de su infancia que utilizaba antaño cada vez que se quería quedar a dormir un amigo, de alguna manera, extraña esas charlas en esas habitaciones llenas de posters, donde siempre había una palabra más para decir antes de dormir, hoy, solo lo acompaña el sonido de algún reactivo que está mutando, o el quejido de alguno de los animales que tiene enjaulados. Timmy se dispone para la siesta, entonces golpean la puerta, dos veces, Timmy se dispone a atender, si es un testigo de Jehová va a terminar adentro de alguna de mis jaulas, pero no, es un amigo de la infancia, que viene a charlar con él, a recordar otros amigos de la infancia, amigos de amigos de un conocido de un amigo de la infancia, el amigo de Timmy va a encender un cigarrillo, Timmy lo detiene, más por su amigo que por él mismo, a Timmy no le molestaría que todo explote, que uno de los philip de veinte haga estallar alguna de las tantas mezclas, sí querés puchito vamos al balcón, y ahí estaban, seguían hablando de amigos de la infancia, amigo de un amigo de un conocido de un alienígena, hasta que la verdad se revela cuando amigo de Timmy ve una anacrónica reposera amarilla que uno de esos vecinos que desarma la pelopincho en junio dejó tirada, la reposera parece confortable, es blanca y tiene rayas amarillas verticales, el amigo de Timmy la señala, ves Timmy, en aquella reposera amarilla, ahí podría estar yo, doce horas por día, fumando y pensando en ella.

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