martes, 9 de agosto de 2011

Siempre acampa

Timmy juguetea, con un servilletero de una marca de gaseosa en alguna pizzería, hunde la mano, la saca, vuelve a hundirla, la mano queda atascada, en una especie de su muerte no se culpe a nadie, de su amputación no se culpe a nadie, mucho menos a quién ofrezca un machete, Timmy huye, escapa, imagina una vida con el servilletero, un hipotético casamiento, un premio nobel otorgado por alguno de sus ridículos experimentos (hoy me atrevo a decir que sus experimentos son ridículos, luego de probarlos sucesivamente, como un comprador compulsivo de productos televisivos, luego de las náuseas, de los vómitos, luego de ser su conejillo de las indias, su roedor de alcantarilla de San Francisco Solano modificado genéticamente, inyectado, mutanteado), Timmy camina, nervioso, mira hacia atrás, imagina un perseguidor que va directo hacia él desde la pizzería, Timmy camina, durante horas, no sabe dónde está, se imagina la hora, alguna hora de la madrugada, los hombres empapelan la ciudad con afiches, uno encima del otro, a toda velocidad, mientras Timmy camina una cuadra, ellos caminan y empapelan dos, es la cara de algún político pero todos esos rostros se convierten en una mano, en la mano de Timmy atascada, Timmy camina, un vagabundo aspira pegamento y pide una moneda, Timmy tiene su billetera cargada y se ve tentado, todo este fajo por la amputación definitiva.

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