lunes, 21 de marzo de 2011

Un poco de fresca

Después de tantos días de encierro, salió del laboratorio, un poco para tomar un poco de fresca, otro poco para comprar una lamparita de 40. Caminata. Almacén de Ricardo. Algo más señor, nada más señor, cuánto le debo, doce con, ¡Herbert, Herbert!, superpuso una voz, alguien, no sabe bien quién, y acto seguido ese alguien ejecuta un disparo que le entra por un oído, y le sale por el otro, a vos lo que te dicen te entra por un oído y te sale por el otro, recordó la frase Timmy, a ti las balas también, infeliz desconocido, pensó Timmy, una gota de sangre ensucia su rostro, con un pañuelo cuadrille la limpia, como si fuera un anexo de su cuerpo, como si fuera una gota de sudor, como si no fuera el primer suicida que las ultimas palabras que pronuncia, son las de su nombre, como si ya se hubiera precavido del asunto mediante un servicio meteorológico de suicidas, jueves por la tarde, probabilidad de suicidios, evite terrazas, y manténgase alejado del ferrocarril. Doce con cuánto me dijo, Ricardo tiembla, Timmy insiste, Ricardo sigue temblando, Timmy deja catorce, un joven ríe de la estupefacta condición de Ricardo, y humorea, Richard, de seguir así, pronto serás el doble de riesgo de Michael Fox, el encargado de la limpieza del accidentado sector rezonga, justo acá se vino a matar, no se podía matar en las góndolas de papel higiénico, Timmy refuta, efectivamente, no podía suicidarse en otro lugar que no fuera la góndola de las mermeladas dietéticas. Timmy regresa, el cometido aterrorizador del suicida no se cumple, Timmy cambia la lamparita de 40, pero no sin antes cortar la luz, porque en el fondo siempre le da un poco de cagazo quedarse pegado.

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