martes, 30 de marzo de 2010

Toma 3 del experimento

Él estaba ahí, sonriente, como cuando los buzos están bajo el agua y todavía les queda mucho aire en la mochila de oxígeno, de tan sonriente que estaba se olvida naturalmente, aunque él no era un buzo, de que había alguien arriba que tiraba de la soga, y, cuando no tuviera mas aire, la soga tiraría, y arriba, respiraría agitado, y, sin mochila ya, el aire, lo contaminaría, y eso fue lo que le pasó, aunque él no era exactamente un buzo, cuando dejó de sonreír, cuando tiraron de la soga, la angustia lo envolvió como si fuera una docena de huevos, con diario, con una o dos capas de diario, no recuerda bien Timmy. Estaba ahí, sonriente, y dejó de estarlo, simple, ¿no?, pero era ahora huevos, envueltos en diario, y, lo peor que le podría pasar a un puñado de huevos, una docena, o a la angustia, era estar en movimiento, una docena de huevos en movimiento, un hombre escalando una montaña, peligrosamente, y dentro de su mochila, la cantimplora, estacas, y, una docena de huevos, dentro de la mochila de un hombre que escala la montaña, en su punto máximo de fragilidad, así se sentía Timmy, y todo porque, la toma 3, del experimento, había fallado esta vez.

2 comentarios:

  1. Te diré que mucho de lo que acá leí me recordó a Cortazar. Ese no entender de qué se trata en el instante (y predecir todo el resto, como ocurre al ver una película taquillera), sino de ir adivinándolo conforme se leen las palabras, conforme ingresan al cerebro y uno les da significados. Me gusta eso, porque mantiene atenta mi lectura. Y porque a veces uno piensa que va para un lado (porque siempre intentamos predecir, nos encanta intentarlo) y ZAS! se va para otro y mueve unos pequeños estantes en el cerebro y en la conciencia acostumbrada que creíamos estaban fijos, pero no... ¡mira! se están moviendo.

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  2. Y me olvidé un acento por ahí, en un nombre muy importante.

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