lunes, 30 de enero de 2012

Llamaste por telefono pidiendo hielo

Bradbury nos ha enseñado cuál es la temperatura exacta a la que arde el papel, lo que no le enseñó a Timmy es la temperatura con la cuál podría hacer arder sus propios recuerdos, por eso, en este instante la ve a ella, puntualmente una parte de ella, su pelo, flamear como la capa del superhéroe preferido de su infancia, ese que tenía la facultad de incinerarlo todo con la mirada. Timmy lo recuerda y piensa, que si tuviera ese mismo poder, no lo usaría para otra cosa que no fuera encender cigarrillos de desconocidos en la nocturnidad, o prender el fuego de alguna parrillada en honor a sus amigos, qué tal, tiene fuego, depende para qué lo necesite. El fuego tiene la potencialidad de estar en cualquier bolsillo, en forma de encendedor, de fósforo, pero no existe un análogo congelador, un artefacto con el que uno raspa y consigue hielo, hay pocas cosas que le den más placer a Timmy que sacar un gran bloque de hielo del freezer y destrozarlo con un martillo. Timmy se queda dormido, abrazado a un papel de caramelo que ella comió aquella noche, logró deshacerse de cartas, fotos, entradas de cine, grabaciones de mensajes en contestadores automáticos, Timmy logra lo imposible, abrazar algo tan pequeño, y mientras abraza el papel de caramelo, sueña, sueña con una película que vio, con un personaje de una película, Nanook el esquimal, en algún polo, no sabía si el polo norte o el polo sur, no podía distinguirlos y ella se lo había preguntado, Timmy, si te soltaran los captores en alguno de los dos polos, serías capaz de distinguirlos, y Timmy no podía, solo veía iglús, que destrozaba violentamente para terminar depositando los trozos de hielo en un vaso de whisky, bebida que en la vida real le cuesta tragar.

2 comentarios:

  1. A mi teléfono no llamó porque lo perdió en el incendio, y pensándolo bien el hielo le hubiera venido muy bien.

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