martes, 11 de mayo de 2010

Certificado de buena conducta

Por lo contrario a cualquier Aquiles, Timmy Herbert era un todo, una unidad de debilidad, con un algo, no se sabe bien qué, un punto, donde dejaba de serlo. Cuando Timmy se enfrentaba, a la mujer eléctrica, necesitaba dejar de serlo, necesitaba que, cuando la mujer eléctrica lo atacara, no acertará en ninguno de sus infinitos talones. Cuando la mujer eléctrica pasaba por la puerta del laboratorio, Timmy se sentía avergonzado, como un niño, que, ante dos, o tres adultos, corre, se tropieza, se raspa en la rodilla, le sale cascarita, y aunque, por dentro, siente que esa rodilla, no sanará jamás, pone su mejor cara de no me dolió. Lo interesante es, cuando Timmy se arranca la cascarita, aunque le arde un poco y le sangra un poco, la cascarita ya no está, y entonces Timmy está listo para que la mujer eléctrica pase y golpeé la puerta, solo para que ojo de Timmy y ojo de mujer eléctrica se saluden por el agujerito de la cerradura y se deseen los buenos días.

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